La doble vida de Walter, 2011
Dirigida por Jodie Foster
En los créditos finales se informa que la depresión es una enfermedad familiar y que tiene cura, cosa que Walter Black, el personaje interpretado por Mel Gibson, parece desconocer. Un hombre otrora exitoso, presidente de una fábrica de juguetes, casado con una profesional y padre de dos hijos, uno adolescente y otro pequeño, debe lidiar con una depresión que parece acosarlo desde hace tiempo. Cuando la apatía, la desesperación y la desdicha lo llevan a cometer un acto desesperado, encuentra en un títere (un castor) una suerte de otro yo, y lo incorpora en su vida en todos los aspectos: se comunica sólo a través del peluche y, de a poco, se convierte en él; nada puede hacer sin el castor, quien habla a través de él: “Walter está mejor conmigo”, “Walter quiere esto”. Sin embargo, aunque al principio el castor lo saca del fondo del pozo y pareciera que lo ayuda a reintegrarse a la vida diaria, un atisbo de sí mismo sigue presente y le hace ver que huir de los problemas en lugar de aceptarlos y enfrentarlos nunca lleva a buen puerto. Al mismo tiempo, su hijo adolescente deberá hacerse cargo de sus inseguridades y dejar caer sus defensas (¿por qué será que todos los adolescentes, en las películas dramáticas, odian a sus padres?)
Gran actuación de Mel Gibson; los demás acompañan también muy bien.
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