El misterio de la felicidad

El misterio de la felicidad, 2013
Dirigida por Daniel Burman

Santiago y Eugenio son amigos de toda la vida y, además, son socios: tienen un negocio de electrodomésticos el que manejan de taquito. Tan amigos son y tanto se entienden y complementan que el director, por las dudas que no lo hayamos captado, dedica una buena parte del metraje a mostrarnos a estos dos en diversas situaciones: vistiéndose, jugando al paddle, en el sauna, manejando ambos el mismo auto pero de distinto color, pidiendo el mismo plato en el restorán... Y podría continuar porque la lista sigue, y tanto que al final aburre. Si hubiera estado en la butaca en lugar de en mi casa me habría movido tanto que habrían pensado que me estaban picando las hormigas.

Cuando unos empresarios les proponen comprarle el negocio, Santiago (Francella) se rehúsa pero Eugenio (Arenillas) duda: y es ahí cuando tooooooooooooooooooooodos menos Santiago nos damos cuenta que Eugenio ya está harto de las planchas y los televisores y quiere hacer algo más de su vida. Por eso, cuando Eugenio de un día para otro desaparece sin dejar rastro, ya todos más o menos suponemos que fue a perseguir vaya a saber qué destino... Pero ahí viene el meollo de la cuestión: ni Santiago ni la esposa de Eugenio saben qué pudo haber pasado y comienzan a buscarlo... Es una búsqueda bastante simplona, digamos, con apenas una sola visita a la comisaría, nadie piensa en secuestros ni muerte ni nada, sólo en que el señor se fue. Cuando un ex investigador privado les sugiere comenzar a recorrer los lugares que el "ausente" frecuentaba para descubrir pistas, poco a poco Santiago y Laura (la esposa de Eugenio, interpretada por Inés Estévez) empiezan a percibir que tienen más cosas en común de las que creían.

Ojo que, en mi opinión, la idea no es mala... Pero la película sí, capaz que con otro guión hubiera sido distinta. Ahonda poco y nada en el tema y por momentos hay cosas que parecieran tiradas de los pelos; cero evolución en todo, me parece. El misterio de la felicidad es, justamente, haber terminado de verla.

Felicidades.